-SÍNDROME DE JERUSALEN-







El síndrome de Jerusalén, es un trastorno psicológico que afecta a los turistas que visitan la ciudad y a quienes habitan allí. Esta alteración es parecida a la psicosis, se pueden dar delirios y alucinaciones. Las personas que tienen este síndrome se identifica con personajes bíblicos y actúan imitando lo que conocen de ellos. Se identifican con personajes como Moisés, el Rey David, Jesús de Nazareth... Los hombres con personajes masculinos y las mujeres con personajes femeninos.

El lugar más turístico es el muro de las lamentaciones. La gente suele ir allí a orar, tomar fotos, o a participar en una manifestación. Les deleita la atmosfera especial del muro pasada la medianoche. Los períodos más críticos son las festividades religiosas como las Navidades y van predicando en público y se visten con túnicas o sábanas.

El primero en identificar este síndrome fue un ex-director de un Hospital Psiquiátrico, llamado Dr. Yair Bar El. Examinó a unos 470 turistas, declarados temporalmente dementes atendidos entre 1979 y 1993.

Este síndrome se define como un trastorno disociativo histérico. Los enfermos adoptan otra personalidad, que después no serán capaces de recordar. Este síndrome ha sido comparado con el Síndrome de Florencia o de Stendhal . Estos turistas presentaban vértigos, confusión, temblores, depresiones e incluso alucinaciones después de tantas obras de arte.


Los turistas que presentan este síndrome comienzan a sentir nerviosismo o ansiedad sin razón aparente. Tienden a alejarse de las personas con las que viajan y aislarse. Posteriormente comienzan a realizar actos de purificación en baños y duchas y cambian su ropas para parecerse a los de allí. Pasados unos días, retornan a la realidad, muchos de ellos/as con vergüenza. No pueden explicar lo que les pasó y se arrepienten de su comportamiento tan extravagante. Se piensa que aquellos que sufren este síntoma llegaron a Jerusalén predispuestos y una vez allí el síndrome latente se despierta.

"De pronto algo me ocurrió" suelen decir estos turistas cuando inician su tratamiento psicoterapéutico. Suelen manifestar pautas muy similares de deterioro mental. Los síntomas aparecen al día siguiente de su llegada a Jerusalén, cuando empiezan a sentir un nerviosismo o ansiedad inexplicables.

Si vienen en grupo o con familiares, sienten de pronto la necesidad de estar solos/as y se van apartando de los demás. Pronto comienzan a realizar actos de purificación y abluciones( purificación ritual por medio de agua que se hace antes de la oración en ciertas religiones), como baños y duchas, o inmersión en un baño ritual. 

A menudo se cambian de ropa, con clara preferencia por las túnicas blancas, a fin de parecerse a personajes bíblicos, porque en su mayoría deseaban identificarse con alguna figura bíblica del Nuevo o del Antiguo Testamento.

A los cuatro o cinco días, estas personas responden al enfoque de retorno a la realidad que nos cuentan los profesionales psiquiatras.

"Me siento avergonzado, abochornado/a", y no logran explicar el por qué cuando les dicen que les dio por sumergirse en un estanque en el parque o cantar aleluyas en plena noche encaramados/as en las murallas de la ciudad vieja, por ejemplo.

Existe la convincente teoría de que aquellas personas que sufren este tipo de síndrome venían predispuestos a ello en forma de un trastorno mental latente que se vio precipitado al llegar a la ciudad santa.

"Dice el Talmud que Dios concedió diez medidas de belleza al mundo. Nueve fueron para Jerusalén y sólo una para el resto.". 

La Ciudad Santa no tiene ríos, no mira al mar, ni tiene jardines, es más bien ocre, instalada sobre un conjunto de lomas que derivan de las montañas de Judea. Jerusalén es un monte de preguntas.

¿ Fue el jardín del Edén? ¿La piedra sobre la que se colocaría el Arca de la Alianza? Según los mitos hebreos, el lugar donde se levantaba el templo era el mismo por donde habían brotado las aguas del diluvio.

Esa roca se llamaba la piedra de los cimientos, y había sido el primer cuerpo sólido de la creación, cuando Dios creó la tierra separándola de las aguas primigenias. En ese mismo punto, dicen que pudo suceder que el rey David viera lavarse a Betsabé, a consecuencia  de ello la convirtió en su mujer. 

Esta es sólo una de las muchas historias que se cuentan sobre la ciudad santa, de ahí su encanto y su hechizo y que a algunas personas les envuelva de tal manera que les altere su personalidad.






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