PERSONALIDAD ANANCÁSTICA







El trastorno anancástico de la personalidad también conocido como trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad, puede afectar social y laboralmente a quien lo padece.

La palabra anancástica proviene de la mitología griega y personifica lo inevitable, la necesidad y aquello que es ineludible, también significaba fatalidad.

Estas personas son aquellas que están enfocadas en la perfección, la exigencia y el orden. Sus patrones de conductas suelen ser rígidos e inflexibles tanto con ellos mismos/as como con los demás, lo que puede generarle problemas a la hora de relacionarse con los demás.

Los criterios diagnósticos tal como aparecen en DMS ( resumidos) serían los siguientes:

  • Preocupación por los detalles, las normas, las listas, el orden, la organización, los horarios...
  • Perfeccionismo que interfiere con la finalización de las tareas.
  • Dedicación excesiva al trabajo y a la productividad con exclusión de las actividades de ocio y amistades.
  • Excesiva terquedad, escrupulosidad en temas de moral, ética y valores.
  • Incapacidad para tirar los objetos gastados o inútiles, incluso cuando carecen de valor sentimental.
  • Es reacio a delegar tareas o trabajos en otros.
  • Adopta un estilo avaro en los gastos para él y para los demás. 
  • Muestra rigidez y obstinación.
Este tipo de personas poseen los siguientes rasgos:
  • Perfeccionistas.
  • Autoexigentes.
  • Responsables y organizados.
  • Controladores.
  • Rígidos.
  • Justos en cuanto a valores, ética y normas.
  • Inconformistas.
  • Negativos.
  • Baja tolerancia a la frustración y al fracaso.
  • Extremista.
  • Les cuesta disfrutar de la vida.
  • Dificultar para relacionarse con los demás.
  • Irritabilidad.
  • Polarización: para ellos todo es blanco o negro, no hay termino medio.
Estas personas intentan mantener siempre el control de las tareas atendiendo en exceso en los detalles, las reglas y los protocolos. Comprueban una y otra vez posibles errores y se distancian del objetivo real de la tarea.

Son muy perfeccionistas y autoexigentes por lo que les resulta complicado terminar algo ante la posibilidad de que no quede perfecto.  Se dedican excesivamente al trabajo, son adictos  a él, descuidando sus amistades y su tiempo libre.

Son algo inflexibles en cuestiones de moral, ética y valores. Son estrictos con las normas y quieren que el resto que están a su alrededor actúen como lo hacen ellos/as.

Acumulan objetos viejos y de poca utilidad alegando que no saben cuando los pueden necesitar. Pocas veces delegan tareas en otras personas porque piensan que su forma de hacer las cosas es la más correcta. Se irritan si alguien intenta hacer las cosas que no sean a su manera. 

Son meticulosos en la economía. planifican muy bien sus gastos, no suelen gastar más de lo necesario y guardan su dinero para imprevistos que puedan surgir. En general suelen vivir por debajo de sus posibilidades. 
Son reacios a contemplar otras alternativas, se mantienen en sus principios.

Todo este perfeccionismo y control sobre todas las cosas les puede llevar inevitablemente a un desgaste y pueden desarrollar trastornos de ansiedad y trastornos del estado de ánimo, es por ello que este tipo de personalidad se relacione con el trastorno depresivo mayor.

La perturbación a nivel mental y fisiológico que sufren puede ser muy variada en cuanto a intensidad y gravedad. A pesar de querer tener todo bajo control esto no le supondrá ninguna satisfacción y su autoestima será baja, pudiéndose acompañar de sentimientos y emociones como angustia e irritabilidad que unidos a  la hiperactivación mental pueden hacer que a lo largo de su vida pueda padecer ansiedad o depresión.

Estas personas tienden tendencia al aislamiento, al deterioro de la vida social laboral ocasionado por su tipo de personalidad.

Este tipo de trastorno suele alcanzar su punto máximo entre los 40 y 50 años de edad y se da con más frecuencia en hombres que en mujeres. Si no altera significativamente la vida no es necesario tratamiento. Pero sino es así, el tratamiento que se ha considerado más eficaz es la combinación de psicofármacos con la terapia cognitivo-conductual. 

Es fundamental que la persona aprenda a flexibilizar consigo misma y con los demás, a aceptarse en los aciertos y en los errores a través del cambio en sus pensamientos y en el trabajo con sus emociones, para así poder conocerse y regularse emocionalmente dependiendo de las circunstancias. 

 

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