-SENTIRSE INFERIOR A LOS DEMÁS-.
Son muchas las personas que acuden a terapia por sentimiento de inferioridad . Personas a las que le cuesta valorarse tanto personalmente como laboralmente.
Andan perseguidas en las relaciones con los demás, colocándose siempre debajo y pensando que nunca son suficientes.
Todos/as en algún momento de nuestras vidas nos hemos sentido inferiores, pero vamos a hablar sobre todo a aquellas personas que se ven limitadas en sus vidas por este sentimiento o sentimiento de no valía. Los síntomas son muy variados:
Suele existir una incapacidad para valorar las propias capacidades y habilidades.
- En las relaciones con los demás andan siempre midiendo y pendientes de lo que saben, de lo que muestran, de lo que los otros piensan sobre ellos.
- Hay una comparación constante con los demás y pendientes de de si son suficientes para la otra persona.
- Suelen tener mucha autoexigencia y sensibilidad a la crítica.
- Búsqueda de perfeccionismo en todo lo que se hace, siempre tratando de no cometer ningún error.
- Además de autoexigencia, puede existir una baja tolerancia a la frustración, lo que les hace no afrontar los avatares de la vida y los objetivos a conseguir, permaneciendo así en un círculo vicioso del que no salen.
- Suelen idealizar a ciertas personas que consideran modelos a seguir.
- Puede haber excesiva timidez.
- Dificultad para tomar decisiones.
- Ansiedad ante los proyectos y personas significativas con síntomas como la sudoración, rubor, dificultad para expresarse y exponerse ante los demás.
- Revisar en la mente ( rumiación) continuamente lo que se ha dicho o expresado a los demás.
- Hay un gran miedo al rechazo.
- Mucha vergüenza de mostrar el Yo. Tal como son.
- El desarrollo de una depresión por inferioridad también es común en estos casos.
En definitiva, hay una autoestima muy baja, un mal autoconcepto y poca confianza en uno mismo, lo que en psicodinámica se suele decir un narcisismo bajo, mal estructurado y vulnerable.
Las causas de sentirse inferior a los demás pueden ser variadas, pero lo que sí se sabe con certeza, es que nuestro sentimiento de valía, nuestro autoconcepto, se va forjando y construyendo a lo largo de nuestra vida, desde la más tierna infancia, en la relación con los demás, con nuestras personas más allegadas y el entorno educativo.
Si de niños/as, ante los errores o fracasos vividos, las figuras principales proporcionan el apoyo y la aceptación necesarias será más fácil desarrollar estas habilidades de auto-apoyo y autoaceptación para nuestra vida adulta, si por el contrario el niño es castigado, ridiculizado, humillado, tenderá a la autoexigencia y a la búsqueda del perfeccionismo para sentirse valorado y querido.
El miedo al rechazo es nuclear, pues la persona se rechaza a sí misma por haber sido rechazada en su historia por sus personas más cercanas o sólo haber sido valorada si conseguía lo que ellos esperaban de ella. Esta sensación de no valía la suele proyectar en los demás ( siente que le ven como ella se ve) y al mismo tiempo va buscando esa aprobación en el que su momento siente que le faltó.
El haber tenido también padres que no se valoraban a sí mismos/as puede hacer que el niño/a por identificación desarrolle la misma forma de valorar su autoconcepto, pues somos esponjas y de nuestras figuras destacadas absorbemos todo lo necesario para enfrentarnos al mundo. Pues ellos son los que nos enseñan el mundo, pero no nos olvidemos que no son seres poderosos y perfectos, ellos también tienen sus propias limitaciones.
La sobreprotección también puede ser una de las causas, pues hace que la persona no desarrolle tolerancia a la frustración, a los errores cometidos y fracasos vividos, todos ellos forman parte de la vida y del ser humano y es indispensable para una buena autoestima desarrollar habilidades que nos permitan ver estos fracasos y errores como experiencias y oportunidades de crecimiento vital no como algo negativo.
Si el entorno educativo también tiende a comparar a los alumnos en su desarrollo y no les deja crecer en su diferencia y singularidad hará que se fomente este sentimiento de inferioridad, que en muchos momentos en los que se destaca es probable que se vea compensado con un sentimiento de superioridad antes los que han fracasado, "esta vez no soy yo".
Tener pocas habilidades para afrontar los fracasos y una conciencia muy crítica con el entorno y con uno mismo/a es muy negativo para la persona.
Hay que fomentar las relaciones horizontales, de igualdad, donde cada uno pueda destacar por sus propios logros, su singularidad, sin necesidad de colocar a nadie arriba o abajo para poder sentirse válido/a.
Compararnos con los demás nos aleja de nosotros/as mismos, pues cada cual es diferente y todos somos personas que erramos y fallamos, que destacamos por nuestras habilidades y capacidades.
En terapia se trata de trabajar con la persona para que pueda dejar de compararse con los demás, que pueda aprender a valorar a los demás y así mismo por logros de cada uno, ajustando los ideales a algo más real. Tratar de que vayan desarrollando la autoaceptación y la aceptación de los demás, el auto-apoyo y el apoyo a los demás.
No esperar que continuamente el sentimiento de valía se vea comprometido por el entorno y sea el entorno el que le recuerde si vale o no.
Es importante poder sanar las relaciones vividas en la infancia con respecto a nuestro sentimiento de valía, poder perdonar y elaborar lo que sucedió.
En definitiva, aprender que el perfeccionamiento y la auto-exigencia es una trampa todos/as tenemos nuestras propias limitaciones. Al final, nuestro miedo al rechazo es un miedo atroz a que no nos quieran y por consiguiente a quedarnos solos, no nos damos cuenta que si llevamos esto con nosotros mismos/as es muy probable que se lo hagamos a otras personas o que se cumpla como una profecía autocumplida en nosotros mismos.
Aprender a relacionarnos desde un sitio más amoroso con uno mismo y con los demás es de suma importancia para una vida más plena y más rica espiritualmente hablando.
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