-EL HAMBRE EMOCIONAL-.







Para disminuir el hambre emocional, los dos componentes principales son la nutrición y actividad física. Para ello, es recomendable acudir a profesionales expertos en la materia.

Pero, ¿Qué es exactamente el hambre emocional? Existe un vínculo claro entre la ansiedad y la alimentación. A este tipo de ansiedad se le conoce como hambre emocional y se revela por las ganas de comer continuadas (antojos), no tanto por tener sensación de hambre, sino como respuesta a la sensación de bienestar que produce el acto de comer para evitar sensaciones desagradables que no se ha aprendido a gestionar, como problemas personales o situaciones concretas que nos hacen transitar entre sentimientos de estrés, inquietud, tristeza, ansiedad, preocupación o, incluso, aburrimiento.

El hambre emocional es un síntoma que muchos podemos padecer en algún momento de nuestra vida, pero cuando se instaura como hábito y le sigue la culpa de haber comido, podría indicar un trastorno alimentario o derivar en uno.

Padecerlo te lleva a comer de forma compulsiva, selectiva (snacks, bollos..) y descontrolada.

Las claves para llevar una dieta equilibrada se resumen en :

  • Planificar las comidas.
  • Hacer una buena lista de la compra.
  • Basar la alimentación en alimentos frescos.
  • Ir a comprar después de haber comido.
  • Evitar los procesados, las grasas saturadas y los azúcares añadidos y harinas refinadas.
  • Beber unos dos litros de agua al día.
  • Tomar entre 2 y 4 piezas de frutas al día.
  • Incorpora de 2-3 raciones de verdura y/u hortalizas al día (Ensaladas).
  • Apostar por alimentos integrales.
  • Realizar 4-5 comidas al día.
  • Comer despacio y masticar bien los alimentos.
  • Evitar el alcohol.
  • Evitar los fritos y empanados y apostar por otros métodos de cocción como el vapor, la plancha, guisos.
  • Comer de manera variada y saludable.
Todo lo que comemos tiene un impacto directo en nuestro estado físico y emocional, por ello, existe un estrecho vínculo entre la alimentación y el estado de salud general, lo que incluye el estado de ánimo y las alteraciones como la ansiedad.

El problema del estrés y /o ansiedad tiene una base psicológica ( depresión, estrés laboral, ansiedad generalizada...). Debe tratarse con ayuda profesional en el área que te ayude a poder controlar y gestionar los síntomas.

La alimentación variada, equilibrada y planificada puede ayudar a disminuir los ataques de hambre emocional. Sin embargo, los hábitos saludables no eliminan del todo los síntomas psicológicos. Debe tratarse de manera conjunta mediante un equipo multidisciplinar.

Alimentos recomendables para combatir la ansiedad.
  • Triptófano: Es un componente aminoácido esencial que ayuda a que nuestro cuerpo produzca serotonina. La serotonina nos puede ayudar a disminuir la ansiedad y reducir la sensación de hambre. Este nutriente está presente en lácteos, carnes, huevos, frutos secos y frutas como la piña y el plátano.
  • Fibra: Es saciante, mejora el tránsito intestinal y, al generar un bienestar general, ayuda a reducir la ansiedad. La encontramos en frutas, verduras, hortalizas, legumbres y cereales integrales.
  • Hidratos de carbono complejos: Presentes en los cereales ( arroz, quinoa, pasta), legumbres, patata, pan...Son alimentos con un alto contenido en hidratos de carbono complejos, necesarios para el correcto funcionamiento de nuestro organismo.
  • Grasas saludables: Aguacate, aceite de oliva, pescados azules, frutos secos. Estos nos aportarán mayor cantidad de saciedad por más tiempo, además de incorporar en nuestra dieta vitaminas y minerales esenciales para nuestro correcto funcionamiento.
Alimentos prohibidos si tienes ansiedad.

Debemos tener en cuenta que lo mejor es optar por una dieta equilibrada y variada y que es desaconsejable llevar a cabo dietas extremas, hipocalóricas y no pautadas por un profesional. Los alimentos desaconsejados si padeces de ansiedad son los siguientes:

  • Azúcares refinados ( bollería industrial, edulcorantes)
  • Aditivos y alimentos procesados.
  • Grasas malas, vísceras y charcutería ( paté, embutidos).
  • Estimulantes ( cafeína, té, café, ginseng...) y bebidas alcohólicas.

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