-EL SÍNDROME DE MADAME BOVARY-.

 





Este síndrome también llamado insatisfacción crónica, es un trastorno de comportamiento que surge a raíz de la aparición de las novelas románticas del siglo XIX. Desde entonces la idealización del amor ha conducido a miles de personas a una continua decepción y frustración. La búsqueda de ese amor ideal siempre termina chocando con la percepción realista de una relación de pareja.

Este síndrome fue utilizado por primera vez por el filósofo francés Jules de Gaultier Flaubert en 1892, el cual en su ensayo hace referencia a la obra Madame Bovary y a la figura de su protagonista, Emma, como el perfecto estereotipo de persona que sufre, lo que él llamó una "insatisfacción crónica afectiva". Dicho estado emerge de la falta de equilibrio entre unas aspiraciones desproporcionadas y la realidad, que suele frustrarlas.

La protagonista de la novela, como ya lo sabemos, es una mujer aficionada desde su juventud a la lectura de novelas románticas, la cual posee una visión idealizada de esa vida en pareja, lo que le lleva a estar permanentemente en un estado de frustración. Ella percibe la vida conyugal como algo monótono y sueña con romances apasionados y novelescos y como ya sabemos ella termina abandonada por sus amantes, acorralada por sus deudas, con lo acaba poniendo fin a su vida.

Este síndrome no está considerado oficialmente como entidad psicopatológica pero nos sirve para ilustrar un patrón particular de comportamiento. El personaje de Madame Bovary presenta unos rasgos de personalidad de tipo límite, dependiente y depresivo. Estos rasgos límites llevan a las personas a mantener relaciones inestables pero intensas y normalmente conflictivas.  Suelen presentar reacciones emocionales desmedidas ante los problemas y toleran mal la frustración. Las personalidades dependientes temen ser abandonadas por lo que se someten al otro a la vez que se vuelven muy demandantes. Los estados depresivos conllevan una visión pesimista de la vida, baja autoestima, auto-reproches y autoexigencia.

Este síndrome suele ser más frecuente en mujeres, pero no es raro en hombres, 

Desde un punto de vista de la psicología, comportamientos de este tipo se dan en personas cuya meta fundamental en la vida es evitar el abandono del ser querido. Esto es lo que les lleva a asumir actitudes erróneas y desesperadas. No pueden estar solas, pasan de una relación a otra. Suelen elegir a personas poco convenientes ante las que se vuelven vulnerables. Se embarcan en relaciones complicadas o amores imposibles porque esto es lo que alimenta la imagen idílica que persiguen. Necesitan experimentar permanentemente la sensación de enamoramiento y pierden el interés cuando el amor se vuelve más estable. Se muestran celosas y controladoras, intentando que todo sea perfecto como desean en su imaginación.

Igualmente presentan una permanente insatisfacción. La realidad que viven en nada se parece a sus fantasías y anhelos. Esa distancia entre lo ideal y lo real les impide valorar y disfrutar lo que tienen. 

Muchas parejas naufragan ante las primeras contrariedades, la presión de la rutina les hace sucumbir a la infelicidad. Aunque en su interior saben que no será así, íntimamente esperan sentir las mariposas del enamoramiento para siempre y cuando perciben que eso ya no sucede lo interpretan como una señal de deterioro de la relación y pierden el interés.

La tendencia a la idea de romanticismo constituye un factor clave. Se idealiza un mundo fantástico en nuestra imaginación que choca con la cruda realidad. El amor es pasional y romántico. Les resulta lidiar con la rutina y la mediocridad de lo cotidiano. Las expectativas de la persona tienden a sobredimensionarse . Los logros reales se alejan de aquellos que se ambicionan. El ámbito afectivo cobra especial importancia, aunque el contraste entre realidad y expectativas también aparece en el ámbito laboral, social y personal.

La imagen de sí mismo también acostumbra a mostrar algunas distorsiones. Al igual que en el trastorno narcisista, la persona mantiene una imagen idealizada de algunos aspectos de sí mismo. 

Mantener la ilusión requiere un procesamiento selectivo de la información que se obtiene del entorno. Aunque no hay delirio, si se tiende a ignorar las señales que ponen en riesgo las creencias distorsionadas y las metas deseadas. Aunque la realidad acaba siempre imponiéndose, provocando sufrimiento e insatisfacción. 

A menudo se sueña con un estilo de vida que está por encima de sus posibilidades económicas. En el ámbito profesional es frecuente la idea de proyectos que fracasan ya desde su inicio. El sentimiento de vacío resulta del escaso logro de aquello en lo que se cree. La persona se muestra insatisfecha, triste y frustrada. La persona es percibida como egocéntrica e inmadura, tienden a sentirse como una víctima y a explicar sus dificultades y fracasos a partir de factores externos. La culpa es de los otros, de las circunstancias o de la mala suerte. Abundan pues los sentimientos de ansiedad, tristeza, agitación, resentimiento e ira.

Normalmente, estos motivos son los que hace que la persona acabe yendo a terapia. Los objetivos de esta terapia, tienden a orientarse a una interpretación más útil y eficaz de la realidad compartida y una mayor adaptación al contexto social, afectivo y a las exigencias cotidianas. Ser consciente del problema es el primer paso para buscar una solución. En psicoterapia deben identificarse los patrones cognitivos y afectivos que sustenten el problema. La ruptura del círculo se relaciona con la aceptación de sí mismo y las circunstancias actuales, el replanteamiento de prioridades vitales y al establecimientos de metas que no son alcanzables.





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